Arte, ciencia, psicología, filosofía, música… En una palabra: interdisciplinariedad. La búsqueda del conocimiento y la verdad parte de la chispa del interés, que una vez encendida es difícil de apagar. Y es que todo conocimiento abre la puerta a otros universos, a otras conexiones, y los nuevos estímulos alimentan nuestra curiosidad y nuestro deseo de conocer y comprender.
No es casualidad que retomemos a menudo las palabras de los pensadores más antiguos. «Sé que no sé» pronunció Sócrates ante el jurado que lo condenó a muerte. El no-saber socrático ha sido siempre una invitación a conocer, a investigar para aprender, a ir más allá del mundo ordinario de lo conocido. Precisamente ese mundo en el que vivían los que juzgaban al filósofo griego, incapaces de comprender la verdadera enseñanza de su pensamiento.
El equilibrio entre la confianza en la razón y la profunda conciencia de los límites del propio conocimiento es uno de los dones más preciados que Sócrates legó al ser humano. El impulso fundamental del deseo de progresar es lo que despierta la creatividad y nos hace capaces de cambiar, de mejorar. Esta conciencia, en la era actual de la comunicación, donde toda afirmación contiene en sí misma la presunción de verdad, está en completa antítesis. Para ser sinceros, podemos darnos cuenta de que cada vez más a menudo nuestros conocimientos se basan en rumores, en la lectura de algunos artículos superficiales, por lo tanto, nada más que el producto de un conocimiento fragmentado cuyas fuentes quizás ignoramos. Todo ello permite un acceso «fácil» pero «horizontal» a la información que limita y contamina nuestra forma de pensar y conocer.
Sócrates nos enseñó a hacer preguntas para investigar en profundidad, yendo hacia nosotros mismos en lugar de alejarse de nosotros, pensando por nosotros mismos, sin olvidar nunca el límite exacto entre el conocimiento y el no conocimiento. Para crear el cambio es imprescindible reconocer nuestra limitación, sólo así podremos crear un espacio común de colaboración interdisciplinar. Sólo así podemos renacer y evolucionar.
El humanismo y el Renacimiento vieron en Sócrates uno de los modelos más elevados de esa humanidad ideal que se había redescubierto en el mundo antiguo. Y yo, por mi parte, me inspiré en el Humanismo y el Renacimiento para dar vida a la Cosmética Humanista, precisamente porque creo que un conocimiento siempre lleva a otro, y que de una idea puede nacer todo un proyecto.
Pero no basta con confiar en los propios conocimientos y experiencias, aunque sean de gran calidad: es necesario activar en nosotros una escucha mutua y un diálogo constructivo que permita la comunicación incluso entre lenguajes científicamente diferentes. La palabra clave es siempre NETWORKING, es decir, «red de conocimiento compartido».
Es por ello que he creado un grupo de investigación sobre la Epigenética de la Vida, cuyo objetivo es entrelazar la ciencia de la cosmética con la de otras disciplinas potenciando las colaboraciones de las mentes implicadas en proyectos de estudio y experimentación, con la intención de proponer nuevas herramientas de conocimiento interdisciplinar dirigidas a todo el mundo de la Belleza, con especial atención a los operadores de Bienestar y a los jóvenes en formación en las Escuelas Profesionales, a menudo víctimas de prejuicios culturales.
Nunca me cansaré de repetir que los jóvenes son el 20% de la población pero el 100% de nuestro futuro.
Es fácil señalar con el dedo del empobrecimiento cultural, social y estético a las nuevas generaciones, pensando que es la demanda la que justifica la oferta y que, por tanto, son los jóvenes los que han «bajado el nivel»; esto puede ser parcialmente cierto, pero en lugar de buscar chivos expiatorios, podríamos ofrecer cualitativamente mejores modelos educativos de forma que se formen mentes capaces de valorar con conocimiento y objetividad (sin descuidar la emocionalidad) los numerosos elementos de este mundo, con una búsqueda fisiológica de la Belleza intelectual y estética.
En las escuelas de formación profesional es fundamental recuperar todos estos valores necesarios para formar realmente a los jóvenes, que a su vez expresarán en su trabajo el conocimiento, la creatividad y la humanidad evolucionada. Por eso las disciplinas artísticas y humanísticas son tan importantes como las científicas, y juntas son capaces de moldear las mentes jóvenes para que adquieran sentido crítico y personalidad.
Mi intención, a través del proyecto PROUD TO BE, es dar a estos jóvenes las herramientas de un conocimiento evolucionado, también a través de la creación de espacios que no sólo sean funcionales para la educación, sino que también sean capaces de transmitir esa Belleza intrínseca en nuestro ADN italiano, un instinto creativo que ha inspirado y sigue inspirando al mundo entero.
La experiencia del Arte, en todas sus formas, es fundamental para quienes trabajan en el mundo de la Belleza. La producción artística siempre ha seguido la evolución humana como un «impulso innato» de querer actuar sobre el mundo y cambiarlo, de dar vida a algo que tenemos en mente, de mostrar la realidad desde diferentes ángulos. El arte responde a un deseo muy fuerte de querer hacer así como de querer ser. Los cuadros y las esculturas pueden embellecer las aulas y los pasillos, pero también pueden utilizarse como proyectos de estudio, por lo que los CFP pueden convertirse en verdaderas galerías de arte. La música debe impregnar la vida de todo ser humano porque puede llegar directamente al corazón sin necesidad de mediación, dando alas al pensamiento y a la imaginación. Considero fundamental su uso en lugares dedicados a la formación, no sólo por su valor cultural sino también por sus efectos positivos y regeneradores sobre la mente y el cuerpo. Y lo mismo ocurre con los aromas y las luces.
La ciencia contemporánea nos enseña que lo que leemos o escuchamos, lo que vemos, los olores que respiramos, los sabores que probamos, los caminos que recorremos, las personas que conocemos, las emociones que nos atraviesan y mucho más interfieren en nuestro epigenoma, induciendo transformaciones en el funcionamiento de nuestro cerebro y nuestro cuerpo.
Creo en una ciencia más útil, que salga de las aulas de las universidades, de los laboratorios de investigación, de los círculos de unos pocos adeptos para poner sus conocimientos a disposición de todos los que puedan, quieran y deban utilizarlos.
Espero que se recupere la capacidad de introspección, la metodología al estudio vertical (pero no exclusivamente), porque en tiempos de extrema vulnerabilidad como los que estamos viviendo, pueden permitirnos encontrar el lugar sagrado dentro de nosotros, la bondad y el cuidado hacia nosotros mismos y las personas que nos rodean, con el fin de crear en cada encuentro un posible crecimiento interior.