He decidido estar del lado del amor. El odio es una carga demasiado grande para soportar. Martin Luther King
Hoy, 8 de marzo de 2021, no deseo el Día de la Mujer a las mujeres, digo: ¡Viva la Revolución Suave! Una revolución que debe existir todos los días del año, celebrando los éxitos, recordando los logros, valorando el talento y las habilidades femeninas durante tanto tiempo mortificadas o dejadas en la sombra. Las mujeres quieren volar, ser libres… sobre todo de los prejuicios. Prejuicios culturales y sociales que forman parte de una mentalidad compartida, por desgracia, a veces incluso por ellos mismos.
El 8 de marzo es el Día Internacional de los Derechos de la Mujer y está asociado al Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, que cae el 25 de noviembre. La violencia de género es la explosión de un síntoma social de desigualdad y del deseo de prevaricación. Refleja una dinámica de posesión que no tiene nada que ver con el amor, sino con el sentimiento de odio. Esta triste reflexión no debe olvidarse nunca, sobre todo en este periodo histórico en el que la inseguridad económica, la reclusión forzosa y la falta de socialidad, alimentan esas dinámicas alienantes dentro de las paredes del hogar que repercuten especialmente en las mujeres. Esta situación es inaceptable y no se puede seguir ignorando. Todos somos constructores de una sociedad más justa, pero tenemos que quererla y comprometernos a dar ejemplo, educando a nuestros hijos en el amor y el respeto.
En Occidente, aunque se utilicen mejor las capacidades de las mujeres, o se consagren sus derechos en la legislación, aún hoy no se ha reconocido plenamente su dignidad humana, y por eso la velocidad del progreso social se ve gravemente inhibida. En todo el mundo, las mujeres deben tener un acceso legítimo a las habilidades y recursos, al conocimiento y a la cultura, a los retos y oportunidades de este mundo.
Pero hoy, más que de la fragilidad, las desigualdades y las condiciones precarias del universo femenino, me gustaría dedicar un tiempo a hablar de la fuerza femenina. Siempre etiquetada curiosamente como el «sexo débil», la mujer -en el mejor de los casos- es definida como una criatura a proteger, a acompañar en la vida o a privilegiar por considerarla «débil», subestimando esa asombrosa fuerza y coraje que caracteriza a cada una. No en vano la naturaleza sólo les ha dado la capacidad de dar vida.
Hablo de una energía primordial que se transmite de madre a hija, y que está oculta en el corazón, enterrada por toneladas de miedos e inseguridades, pero que se manifiesta en el momento de necesidad, con la capacidad disruptiva de barrer viejos patrones, generando otros nuevos. Es precisamente esta energía la que les hace sobrevivir, la que consigue que no se derrumben en los momentos críticos, la que les permite reinventarse, cambiando la cara de la sociedad.
Pero eso no es todo: la fuerza de una mujer es amorosa, calienta el corazón, acoge a los demás, cura las heridas. Porque esta gran fuerza tiene la ventaja de ir acompañada de la capacidad de comprensión, característica que es la verdadera clave del éxito de todo sueño humano.
La historia del mundo está llena de mujeres valientes y obstinadas que han dejado su huella. Entre ellos no podemos dejar de mencionar a la Madre Teresa de Calcuta, uno de los símbolos más importantes del siglo XX, ganadora del Premio Nobel de la Paz en 1979, ejemplo por excelencia de amor a los demás. Otra gran mujer es la polaca Marie Curie, científica galardonada dos veces con el Premio Nobel de Física: en 1903 por sus estudios sobre la radiación realizados con su marido y en 1911 por el descubrimiento del radio y el polonio. Pero no sólo la ciencia implica al universo femenino, también el arte y el diseño de moda. No puedo dejar de mencionar a la francesa Gabrielle Bonheur Chanel, que pasó a la historia como Coco Chanel, y se convirtió en un icono del siglo XX con sus ideas de estilo vanguardista que aún permanecen inmortales. Pero la lista de mujeres que han dejado su huella en la historia es interminable.
Italia no es diferente. A pesar de que nuestra sociedad sigue siendo muy masculina, las mujeres se han abierto paso en todos los sectores con personalidad y carisma. De la medicina a las estrellas (literalmente), con Rita Levi Montalcini y Samantha Cristoforetti; de la moda al deporte, con Miuccia Prada y Bebe Viola… Son sólo algunos ejemplos de mujeres valientes y capaces de las que sentirse orgulloso.
Hay muchas mujeres italianas que merecen ser recordadas, muchas de ellas son madres, otras luchan o viven con una discapacidad, otras aún vienen de realidades difíciles. Y están a nuestro alrededor, pero muchas veces no nos damos cuenta porque son demasiado fuertes, no se rinden y nunca se rendirán porque para una mujer nunca se acaba. Una mujer siempre se levanta, aunque no lo crea, aunque no quiera: ¡está en su naturaleza!
Esta semana, en nuestras redes sociales, dedicaremos cada día a una figura femenina que represente a Italia a su manera, y cada día hablaremos de un trozo de historia italiana. Síganos.