Hoy, más que en cualquier otro periodo histórico, es necesario crear un puente entre la ciencia y los valores de las tradiciones más antiguas, entre el bienestar, la salud y la felicidad del hombre, el desarrollo de su conciencia y el profundo sentido de interconexión que une a todos los seres con el entorno natural.
Hay que empezar a redescubrir el equilibrio perdido, explorando horizontes olvidados a causa del constante y ruidoso correr al que estamos constantemente acostumbrados.
Creo firmemente que para alcanzar el verdadero sentido de la Belleza, el hombre debe reconciliarse con la Naturaleza y con lo que le rodea. Tiene que recuperar su autocuidado, generando una forma de ser y sentir tal que le permita situarse en la red de relaciones que existe fuera de su mundo.
Se trata de conectar el macrocosmos con el microcosmos, observando cuidadosamente las propias acciones y sentimientos, y al mismo tiempo la Naturaleza y los demás seres humanos.
La naturaleza es el entorno del que procedemos, donde se formó nuestra inteligencia y se refinaron nuestras capacidades. Desde un punto de vista evolutivo, la Naturaleza es nuestro hogar, con el que nos desarrollamos juntos como coevolucionados. Durante millones de años hemos vivido entre árboles, plantas y flores, y hoy descubrimos, gracias a la ciencia, que alejarnos de ello puede perjudicarnos, minar nuestra salud y hacernos más frágiles.
Algunos estudios científicos han demostrado que la pérdida de contacto con el mundo natural puede causar graves daños en el desarrollo psicofísico de los niños, empobreciendo sus capacidades sensoriales, haciendo que su pensamiento sea menos eficaz y secando su espiritualidad.
El contacto con la naturaleza cura, reduce el estrés, la ira, el miedo, es una cura para la ansiedad y la depresión, reaviva la vitalidad, reduce la presión arterial, el ritmo cardíaco y la tensión muscular.
La importancia del contacto visual con los elementos naturales también va más allá de la pura estética e incluye numerosos beneficios en términos de mejora del bienestar fisiológico y regeneración de la fatiga mental. Incluso una planta en una habitación de hospital, en una oficina o en un aula es suficiente para reducir significativamente el estrés y la ansiedad.
La naturaleza es capaz de ejercer una profunda atracción sobre nuestro ser y está conectada con algo instintivo y arraigado. Estamos biológicamente predispuestos a buscar el contacto con las formas naturales.
Esta atracción innata por la Naturaleza se llama Biofilia y es una parte fundamental de la condición humana.
La biofilia significa volver a conectar con nuestras verdaderas raíces, que no crecen en el hormigón. Significa experimentar la naturaleza y la belleza estética natural. La biofilia es aprovechar el poder curativo de los árboles y las plantas
Según Giuseppe Barberio, investigador en ecología y profesor universitario de biología en la Universidad de Valle D’Aosta, la biofilia es un concepto eco-psicológico y, por tanto, tiene dos significados, el psicológico y el ecológico. La primera ha sido introducida por el psicólogo Erich Fromm para describir la orientación psicológica de sentirse atraído por la Naturaleza; la segunda por el ecologista Edward O. Wilson para describir el rasgo adaptativo evolutivo de sentirse atraído por la Naturaleza. El profesor Barberio ha activado desde 2018 la primera enseñanza de la Ecopsicología en Italia dentro del curso de estudio de Ciencias y Técnicas Psicológicas y el primer laboratorio en Europa de Ecología Afectiva LEAF, donde se estudia la Biofilia y sus efectos en niños y adolescentes.
Un equipo de investigadores japoneses de la Universidad de Chiba, dirigido por el profesor Yoshifumi Miyazaki, ha llevado a cabo una investigación sobre la correlación entre el contacto con la naturaleza y la reducción del estrés, que ha demostrado que un paseo de 15 minutos por el bosque produce cambios reales y medibles a nivel fisiológico. Los investigadores enviaron a 84 voluntarios a caminar por el bosque, mientras que el mismo número de voluntarios caminó por las calles de la ciudad. Los que caminaron entre la vegetación registraron una reducción del 16% del cortisol (la hormona del estrés), un descenso del 2% de la presión arterial y un 4% del ritmo cardíaco.
Otra investigación de la Universidad de Illinois dirigida por el profesor Frances Ming Kuo demostró que el contacto con entornos naturales mejora la función cognitiva con efectos beneficiosos sobre el trastorno por déficit de atención e hiperactividad (TDAH), disminuyendo la incidencia de los síntomas en las personas que lo padecen, también contribuye a una mejor salud mental y a un mejor funcionamiento del sistema inmunitario.
Científicos coreanos utilizaron imágenes de resonancia magnética funcional para observar la actividad cerebral de personas que veían imágenes de escenas naturales y urbanas. Cuando los voluntarios observaron escenas urbanas, la resonancia magnética mostró un mayor flujo sanguíneo hacia la amígdala, la parte del cerebro que maneja el miedo y la ansiedad. Las escenas naturales, en cambio, provocaron la activación del córtex cingulado anterior y la ínsula, áreas asociadas a la empatía y el altruismo.
Durante la pandemia, sentimos la necesidad de contacto con la naturaleza más de lo habitual y nos dimos cuenta de que el deseo de volver a vivir en el campo tiene una base científica. Una de las lecciones positivas de la pandemia podría ser la toma de conciencia de la importancia de la Naturaleza en nuestras vidas y la responsabilidad que tenemos de preservarla. Ha llegado el momento de dar un paso atrás y es la propia Naturaleza la que nos lo sugiere.
Podemos aprender a responder a la llamada del mundo natural afinando nuestros sentidos y nuestras capacidades mentales a través de algunas prácticas como el Mindfulness (meditación), el Wilderness (inmersión en la naturaleza), el Feng shui, el Barefooting (andar descalzo), la jardinería, la hortoterapia, el follaje (paseos otoñales por el bosque), la silvoterapia (abrazar árboles).
A veces basta un batir de alas en tu mundo interior para que todo brille con nueva vida.
Deberíamos partir de esta conciencia para repensar también nuestras ciudades, nuestros hogares, nuestras oficinas, nuestras escuelas.
Se trata de diseñar espacios inspirados en la naturaleza, en la proporción áurea, prestando la máxima atención a los materiales utilizados, a la calidad del aire, a la luz natural, a la visión de los aires verdes, a los colores utilizados, a los aromas difundidos, a la música utilizada….
Inicié el cambio creando un Laboratorio de Epigenética con un grupo de científicos, profesores universitarios, investigadores, médicos, arquitectos y expertos en la materia, cuyo propósito es crear nuevas soluciones de vanguardia en el mundo del Wellness empezando por el diseño * de Espacios de Formación Epigenética. (*de la primera escuela de epigenética del mundo: IL POLIESTETICO DI MILANO, que se inaugurará en septiembre)
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